ÁGATA
Las tardes de invierno son tristes para Ágata; pero ella nunca parece estarlo. Hace más de un año que su marido la dejó por una mujer más joven. Es duro estar sola; pero ella siempre tiene la esperanza de que él volverá y que en algún momento se dará cuenta de que tantos años de feliz matrimonio no pueden echarse a la basura como si nada. Él la sigue llamando, sigue preocupándose por ella, y eso a ella le gusta. Cree que es porque aún la quiere.
En invierno, la casa esta más fría: pero Ágata no quiere encender la chimenea. Era él quien lo hacía. La casa está vacía. Los chicos viven felizmente casados y han formado unas familias maravillosas. Ella cree que pronto le darán nietos; lo que le encanta. Volver a ver pequeños corriendo por el salón y escuchar sus risas le haría más feliz. Ágata da gracias a Dios por haber tenido a sus hijos tan joven. Cuando se mira en el espejo, se siente aun muy atractiva. Se ha cuidado mucho. Toda la vida quiso estar perfecta para él; así que, gracias a eso, mantiene una madurez especialmente espléndida. Cuando sale a la calle, aún muchos hombres la miran, ella sonríe en su interior, y le gusta.
Desde hace un mes, Ágata asiste a esas clases de pintura y después, se cita con él en bar. Se siente extraña; pero feliz. Ha descubierto que puede sentir también con otro hombre. Se toman unos vinos. Él la desea, la mira a los ojos y ella se altera, se turba; pero le encanta esta nueva sensación. Empieza a olvidar su vida de madre y mujer perfecta. Él le habla al oído y le recuerda lo hermosa que es. Cuando llega a casa, Ágata se mira al espejo mientras se desviste y escudriña cada rincón de su cuerpo: mira sus curvas, aún las tiene. Gracias a los partos, sus caderas son más anchas, más femeninas. Mira sus ojos en el espejo y empieza a entender el encanto de su madurez, se siente un poco sabia y poco a poco va recuperando esa vanidad femenina perdida hace tiempos.... Piensa que el próximo invierno será diferente. Se viste y baja a encender la chimenea, se tumba en el sofá, se relaja con una copa y sonríe...
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